Hay teatros cuyo espectáculo comienza antes de entrar en ellos. Es lo que le pasa al Maestranza de Sevilla, un caso singularísimo en el mundo. Les confieso que hasta el mítico Olympia de París me decepcionó al descubrirlo realmente en la calle normal donde se ubica, o por su marquesina, nada colosal en su ajustada fachada en comparación con la idea que se tiene de templo de la música. Pero el Maestranza tiene el amplio vestíbulo del río Guadalquivir con la acuarela al fondo de Triana, digna de José González, a la que contemplaba el domingo por la mañana a través de la luz con brisa del Paseo Colón, el eco de los caireles por la exhibición de enganches y la alegre gente echándose a la calle en busca del primer trasiego por un Real con su Feria en puertas. Fuera mismo estaba ya el primer decorado de esta emoción llamada Sevilla. Y dentro, aguardándonos la Real Orquesta Sinfónica con Erika Leiva, su más genuino sonido.