Cine
Crítica de cine: "Ocho apellidos vascos"
En Ocho apellidos vascos, la caricatura está presente desde los primeros minutos de película, con un tablao flamenco, un sevillano contando chistes de vascos y un piso en Triana con un cuadro de la Macarena. A partir de ahí, el espectador ya conoce las claves de por dónde va a transcurrir la película: por los senderos de una realidad disparatadamente distorsionada. Que nadie pida demasiada congruencia en los personajes y situaciones, y aquel que busque en el cine un cuadro al óleo ya sabe desde el principio que se ha equivocado, que esto es un dibujo cómico para divertirse por encima de todo.
