
Publica Francisco Gallardo una bomba maravillosa de fuegos artificiales y juventudes al límite: 'El rock de la calle Feria' (Algaida). La excusa de la novela es un concierto de Bob Marley en Ámsterdam, la ida de unos cuantos jóvenes desde España, y su protagonista auténtico es un lenguaje corrosivo, altivo, tronera que no dejará indiferente y sí muy sordo, asustado, cojitranco: «Los borrachos admiran a los abstemios y las putas a las vírgenes. Y al revés. Esto no tiene remedio, La Maca me dio un beso de despedida en los labios y castigó al Melenas sin dárselo. Éramos así de modernos» (pag. 18). «La Maca me quiere pero me anula, el porro en los labios, chupándolo con la fruición de los lactantes del desconcierto» (pag. 176). «La fauna de los impostores comenzó a incubarse en los años setenta. Para unos la libertad era una necesidad, para otros una ventajilla» (pag. 141). Lactancias, libertades, jazz, cafés, chinas de costo, copas, una novela sobre el arte de colocarse con melancolía, mucha y buena melancolía: «Envejecer debe ser aceptar un lugar en la periferia» (pag. 25). «La buena literatura se escribe con ideas y no con ideologías» (pag. 32). «A la Flaca le gustaba vengarse con los hechos. Se quejaba de que yo fuera un teórico» (pag. 34). «El ácido era algo más que el sabor del limón que escuece en la lengua» (pag. 35). «La burguesía siempre se pone nerviosa con las palabras» (pag. 54). «La literatura cuenta muchas mentiras, pero no puede mentir» (pag. 185). Palideces que contrastan con lo oscuro de ciertas y atrevidas camisetas musicales; una guerra de adjetivos que Gallardo domina como nadie, novela de sueños y labios azules, casi alucinación estricta. Arte vivo de sacarle la lengua a la muerte. No querer jamás tener cuarenta años, la edad de los trepas.Los años de recitar a Heinrinch Böll: «Soy un payaso y colecciono momentos». Los años de vivir a Cortázar como alucinógeno, aquello que escribía o decía Oliveira a La Maga en 'Rayuela': «Hago nacer cada vez la boca que deseo». Toda una poética del desastre, en la buena literatura de Gallardo, ahora médico y antes muy perdido: «Para eso sirve leer, pensaba en las palabras del marqués, para ponerle adjetivos a los desastres» (pag. 105). Madrid, oh, en sus pensiones.

