
Sinraza ni paredes
Ese rincón del centro de la ciudad, plaza de San Juan de la Palma para la liturgia católica y cofrade sevillana, es para quien así lo elige, la plaza de los botellines. Allí se reúne la gente, los de siempre, una noche de 7 de enero, sabiendo que los sentimientos y la voz no son regalos que puedan traer los reyes magos. El concierto empezaba a las nueve y media, pero a las diez y cuarto aún sigue la gente desperdigada por la plaza, para variar. Hay otras tradiciones en Sevilla. Así es Sinraza.
Muy cerca, en el bar el Laberinto, llenazo absoluto de saludos y reencuentros con una gran novedad, esa maqueta Rey de mi mundo que va rulando de mano en mano. Todo está preparado, esperando el primer quejío, los primeros desgarros de la cuerda y la madera, de los que va a surgir un amasijo de sentimientos, de amor, de pena y de odio, de jaleo y reivindicación.
El primer pase, lleno de nervios, sirvió para que se empezase a notar todo lo que Sinraza lleva dentro, para contagiar al público de lo que pasaba, y para que por tercera vez consecutiva se acabase la cerveza fría en la barra.
En el segundo pase, aún más emocionante, a Luka y a Manu ya parece que les sobran las paredes, parecen querer explicarnos que las guitarras y los cajones tienen un agujero porque si no lo tuvieran explotarían sin poder soltar lo que llevan dentro.
Ellos no son flamenquitos, como a alguno le gustaría contar. Hacen rock andaluz, con un cajón, una guitarra, y con el permiso de los grandes. Se definen como sevillanos, no sevillanitos, porque son de aquí y cuentan cómo somos, porque cantan a las cinco de la tarde el llanto a la muerte de un toro, y no a la de un torero, y contestan a los que venden la imagen de Andalucía como cortijos y coplas: Se llama Sinraza.
¿Qué esperan de todo esto? De momento, se conforman con seguir derrumbando paredes con sus voces rasgadas, que nada ni nadie los haga callar, y que cuando lo hagan sea para que haya alguien al otro lado que siga coreando sus canciones. (Ser y que todos seamos reyes del mundo.) Para su público existe Sinraza, (para los de siempre y los que están por venir, para los que se reconozcan como ellos en la calle, en las plazas y en el fondo de los botellines.) Para compartir, sobre tablones, cajas de cerveza o bancos de hierro, en garitos o al la vuelta de la esquina, y como hay que ser modernos, también desde la web, www.sinraza.tk, donde se van colgando las canciones según salen del perol, y las palabras que cantan dos notas que se conocieron en la escuela de trabajo social contándose batallitas de noches, de encuentros y desencuentros, y que siguen haciéndolo porque saben y expresan del mundo que nos rodea desde el sentimiento, que no se puede callar.
Para los colegas, los que hablen el mismo idioma, para quien sepa entenderlo. Y para el que no sepa, no pasa nada, amigo, un vemos, y se os quiere Sinraza.

