Querida Mayda e hijos, Excmo Sr. Alcalde .. Autoridades, amigos todos:
Nos reúne aquí la memoria y la presencia de Ramón Ybarra. La memoria porque en todos nosotros vive la trayectoria de su vida. Y la presencia porque el recuerdo de las personas buenas las hace para siempre presente en el corazón de los que las quisimos.
No es casual que la decisión de rotular esta Plaza con su nombre fuera tomada en el Pleno del Ayuntamiento de Sevilla por unanimidad. A Ramón lo quería todo el mundo. Es ese amigo entrañable que uno no busca sino que encuentra en los caminos de la vida. Un amigo que se adelanta en el abrazo, en el ofrecimiento desinteresado, al que no interesó quien eres o que tienes.
Ramón amaba la vida, con intensidad, con pasión, sin descanso. Y así amaba a su Ciudad: disfrutaba hablando de ella, acercándole sus arcanos a los que la visitaban, desvelándoles la luz que muchas veces demasiadas- se esconde bajo su indolente y estéril autocomplacencia. Pero el amor por una Ciudad es algo más hondo que un erudito descubrimiento de su historia y sus claves. El verdadero amor de Ramón a Sevilla se mide en su amor por los Sevillanos de carne y hueso, con nombres y apellidos, con historias brillantes o perdedoras. A esa Sevilla de a pié de calle se acercaba Ramón aportando el lado positivo de las cosas y las personas, buscando siempre el guiño amable de la vida. ¿ Recordáis alguno a Ramón hablando mal de alguna persona? Allá donde él estuviera se creaba una atmósfera de armonía, creatividad, alegría. Su generosidad nos hacía descubrir que otro modo de vivir es siempre factible: que lo importante es ayudar a sonreír, a esperar, a creer que cualquier milagro es posible si uno cree que el hombre es capaz de hacer milagros. Vivir es convivir. Vivir en plenitud es bellamente vivir. Y Ramón sabía bellamente vivir cuando encontraba en cada sevillano algo que amar, algún reflejo esplendoroso de esta Ciudad soñada que llamamos Sevilla.
Creo que los que propusieron esta nominación que hoy celebramos y el Ayuntamiento que la concedió supieron apreciar esta labor ingente de Ramón Ybarra: buscar en todo y en todos la cara luminosa de Sevilla que es el modo más eficaz y honesto de hacer Ciudad. Al fin y al cabo de tanto buscarla él era ya el rostro luminoso de Sevilla.
Y hablando de Luz no podemos obviar que hoy es Martes Santo y que en esta plaza habita la otra Luz de Ramón, el amor trascendente de su Vida: La Virgen de la Candelaria. Mañana de Martes Santo esplendorosa en la collación de San Nicolás. Los que creemos que la muerte sólo nos traslada no a otro lugar sino a otra dimensión de esta misma vida hoy no echaremos de menos a Ramón. Vendrá como siempre a su cita con la emoción, con la alegría, con la belleza. Claro que vendrá y esta vez si que por el camino más corto a su encuentro con la Luz, aquella que iluminó su vida la que dejó encendida en su casa a su mujer y sus hijos, a todos. Vendrá en el corazón de cada Hermano de su querida Cofradía, vendrá en el ánimo de sus costaleros, vendrá en el orgullo indisimulado de su Hermano Mayor, vendrá en la emoción del barrio y en el gozo de los Sevillanos que dentro de unas horas apretarán esta entrañable plaza.
Y nos dirá como siempre: ¿has visto como está la calle? ¿te gustan como están puestas las flores?...¿has visto como esta de Guapa la Virgen?. Y le buscaremos con la certeza del encuentro ya no entre las de blancas túnicas, ni entre las varas de la Presidencia. ¡¡¡ Será tan fácil levantar la mirada por encima del cañaveral ardiente y mirar los ojos de su Candelaria, allí donde él también se hizo para siempre gozosa y pacífica luz !!
Muchas gracias a todos.
AGRADECIMIENTO FAMILIA YBARRA
Excmo. Sr. Alcalde ., autoridades, amigos todos:
En nombre de mi madre y de mis hermanos me toca el difícil papel de agradecer el maravilloso gesto de rotular esta plaza con el nombre de mi padre. Difícil papel porque no se si sabré encontrar las palabras necesarias para deciros cuan grande es el caudal de nuestra gratitud y porque tampoco se si sabré contener la emoción que me embarga.
El padre Ignacio que bien conocía a nuestro padre, acierta cuando afirma cuanta gente lo quería. Gente de todos los mundos, de todas las profesiones, de todas las ideologías. Algunas de esas personas tomaron esta iniciativa de perpetuar su presencia en el callejero sevillano y no dudaron en hacerle llegar sus deseos al Ayuntamiento de la Ciudad. Personas que están entre nosotros en un decidido anonimato. A ellos me dirijo en primer lugar: Gracias por guardar en vuestro corazón el mismo cariño y generosidad que os tuvo nuestro padre. No era necesario porque él siempre se sentía más que pagado con vuestra amistad. Pero ahora le brillarán los ojos sabiendo una vez más en quien había confiado.
Gracias, Excmo. Sr. Alcalde y Corporación Municipal, por hacer vuestra esta iniciativa y dejar en este rincón tan querido por él, el recuerdo público de su amor a Sevilla.
Porque en este Barrio de San Nicolás hunde sus raíces la Familia Ybarra. Aquí vio nuestro padre la luz primera de la Ciudad, aquí transitaron sus primeras emociones como sevillano, entre estos muros, azoteas, esquinas y aceras se llenaron sus alforjas del aroma más hondo de Sevilla.
Gracias por escoger esta plaza pequeña y acogedora, cruce de caminos, lugar del encuentro, del compartir y convivir. No le hubiera ido a nuestro padre una gran avenida diseñada para correr y no detenerse. A él le gustaban las distancias cortas donde la palabra tiene dimensión humana y el abrazo sincero siempre es posible.
Y agradecimiento por situar este precioso recuerdo junto a su Virgen de la Candelaria. Cuando los muchos amigos que tuvo pasen por aquí sonreirán como lo haría él y volverán su mirada a la Casa de Ella sabiéndolos ya, juntos y felices.
A todos los que hoy nos acompañáis en este emocionante acto sólo podemos devolveros vuestra generosidad con aquella expresión tan propia de nuestro padre cuando le sorprendía algún acontecimiento por su belleza y emotividad: Pero ¡ que barbaridad ! ¡ Que bárbara vuestra generosidad !
MUCHAS GRACIAS A TODOS.
