No quiere salir de casa. Rocío Carrasco está hundida, triste y muy abatida. Su última aparición pública fue en Chipiona,el 14 de julio a donde acudió para asistir a la misa por su madre. Entonces ya hizo un gran esfuerzo, hasta el último momento su presencia era una incógnita. Su familia de Chipiona, conocedora de su estado le había dicho que no asistiera. Pero ella sabía que se lo debía a su madre, en Chipiona, en su pueblo con sus vecinos que tanto amor le han demostrado y su familia.
Han pasado más de dos meses y desde entonces no se ha dejado ver en público. El 8 de septiembre cuando toda la familia se reunía para asistir a la procesión de la Virgen de Regla ella fue la gran ausente.
Al contrario que José Ortega Cano que ha preferido la actividad intensa y continúa para superar estos momentos tan difíciles, ella ha optado por recluirse en la intimidad de su hogar, sólo con sus hijos y su pareja. Para ocupar el tiempo ha decidido hacer reformas en su hogar, pintar y cambiar la decoración.
Fidel que ha vivido con ella los trances más duros de su vida, el grave accidente de coche, la pérdida de su padre y después la enfermedad de su madre y su fallecimiento.
Rocío Carrasco sólo tiene 29 años, los cumplió el pasado mes de Abril y ya conoce la cara más amarga de la vida. Es una mujer fuerte pero en estos momentos necesita intimidad y estar arropada por la gente que más la quiere.
Sabe que puede contar con el apoyo incondicional del marido de su madre, José Ortega Cano, con la de sus tíos y familia pero el dolor que la embarga es demasiado intenso, sólo el tiempo conseguirá que encuentre algo de consuelo y de paz.
