Mientras Francisco Rivera Ordóñez se entrena dispuesto a reaparecer el domingo en Antequera en un supuesto homenaje a su padre, Paquirri, Marbella también se apresta a rendir un tributo emotivo y perpetuo a La Faraona. Aunque nunca llegaron a convertir en museo la que fuera su embargada casa durante treinta años y que, hasta hace nada, aparecía descuidada, sin arreglo y hasta con el rótulo desconchado de la avenida Lola Flores –surgida en la época de Jesús Gil y Gil–, ahora proyectan relanzar un oportunista recuerdo. Una estatua realizada en bronce por Ignacio Felgueras para la que en 1999 solicitaron permiso a su entonces viudo, Antonio González Batista, el verdadero nombre de El Pescadilla. Él lo otorgó el 6 de octubre de aquel mismo año, y, poco después, pareció desinteresarse. Nunca más se supo de aquel proyecto, que quedó archivado, como otras muchas cosas de Marbella, ciudad que ahora, a fin de relanzarse, exhuma el monumento en el que Lola aparece en actitud muy suya, con los brazos en alto. Dos metros de estatua sin contar la base. La idea es situarla en el principio de la avenida, justo hacia las playas del Duque y frente al Casino en el que ella tanto jugó, qué tiempos aquellos. Suena a nostalgia zarzuelera o de una Marbella parece que irrecuperable en lo que a reclamo social, aristocrático o retiro elitista se refiere. Querían ponerla ya aprovechando el momentazo evocador que vivimos, ahora que se cumplen diez años de su muerte, tan generadora de ganancias a recién llegados. Hay que ver cómo explotan la inacabable mina que es Lola.

Mientras tanto, Lolita está en La Habana, donde hoy tiene previsto debutar en un festival. Es su primer viaje al paraíso castrista que tanto place a Moratinos- desatinos. Allí tenemos a un embajador que defiende más los derechos de aquel gobierno que los del nuestro, que se trata, al fin y al cabo, el que representa. Le falta imagen incluso física. Pero el caso es que Lolita no volverá hasta el 10 de junio, después de una gira que la llevará hasta Venezuela y México.

Rosario, en tanto, sigue con la promoción de su marca de ropa de inspiración «hippy». Ahí tiene futuro, porque siempre ha sido la más apañada de las hermanas en eso de aderezarse y lucir variadas indumentarias. Su hija Lola, nacida de una pasión momentánea y ya extinguida con Carlos Orellana, acaba de recibir la Primera Comunión. Todo un respiro y una alegría familiar en medio de lo que bulle o se cuece sobre la matriarca Lola. El monumento deberá esperar, quizá mejor así para que sirva como inauguración de la temporada estival, igual que lo que Fernando Esteso y Andrés Pajares tienen pensado de cara a su regreso como pareja artística. En tiempos fueron imparables como representantes del cine de barrio –por eso casi les apadrina José Manuel Parada– con un estilo que hoy en día no retrata nada nuestro país. Ahora acaban de rodar un anuncio en el que promocionan a los ex Inhumanos, y no va esto por los cómicos, a los que tanto se ha cuestionado últimamente en su vida sentimental. Esteso no vive su mejor momento financiero, de ahí la idea de reaparecer. Otro oportunismo poco oportuno.