Hay miedo, ¿para qué nos vamos a engañar? Hay miedo de hablar y de escribir. No digamos de actuar. La censura no está recogida en leyes, pero se desliza con astucia y silencio como una serpiente de picadura mortal. Nos están disfrazando de democracia una auténtica dictadura. Esta barbaridad de nación que ha inventado Rajoy no se sostiene en tantas y sucesivas mentiras. Y sus feroces fórmulas económicas no resisten ya ni la más elemental cuenta de la vieja. La vieja, con sus dedos, a estas alturas se puede reir tranquilamente de cerca de cien asesores gubernamentales. Sumemos a esa desgracia que la ruina te pille en Andalucía con el colmo de que te rija la vida un triunvirato suicida: Rajoy, Griñán y Valderas.
Aznar se quejó muchas veces de que los socialistas habían inventado la cultura de la resignación, eso de que tragamos con todo y aguantamos lo que nos echen, como ahora con los malditos viernes de los consejos de ministros. Pero si el PSOE se encargó del traje, el Partido Popular nos lo ha puesto para sacarnos de paseo. Y no se puede ser ya más despiadado que el PP para llevarnos contra las cuerdas de cada nuevo recorte.
Esto no es Kiev evidentemente, sino Sevilla; y la agitación efímera de las banderas y el vocerío de una victoria futbolística -casi no ganamos ya más que dándole a un balón-, nos ha dejado a su paso el lamentable símbolo de un tiempo en el que han perdido la cabeza los que no deberían perderla, los que hemos votado para que nos solucionen la cúpula de la vida, no para que nos dejen aplastados bajo sus techos.
Cada vez que abren la boca es para escuchar otra temeridad. Rajoy, Sáenz de Santamaría, Montoro, Gallardón
Hay que reaccionar contra sus ficciones o acaban con nuestra exigua realidad. Y hay que hacerlo antes de que estrangulen por completo con su dictadura los mínimos restos que van quedando de nuestra democracia.