Cantarlo cantar ¿qué? Yo diría que cantar una vida.
Un vida dominada fundamentalmente por la inquietud. Inquietud que está formada de interés hacia el mundo, sensibilidad para vibrar con él y enormes ganas de compartir esas sensaciones.
Recuerdos de una infancia sin amargura, llenos de ternura, sentido del humor sobre esta sociedad absurda y sobre uno mismo, compromiso, dolor e impotencia ante la injusticia, la lucha política y sus consecuencias, la defensa de las ideas políticamente correctas o no, la tierna sexualidad del adolescente y la libre y madura del adulto, la paternidad, lo que no comprendemos, etc y envolviendo lo todo el amor, un amor potente, vibrante, luminoso ¡Ay amor, que despierta las piedras, ay amor tan necesario como el sol!
Al abrir la caja de sus canciones Víctor Manuel nos contagia yo he tenido la suerte de ser uno de los primeros de esa pasión por y de vivir. La vida como aliciente, como motor que genera sentimientos, esos que tantas veces tenemos dormidos, abandonados, olvidados.
¡Qué enorme placer ir hacia delante y hacia atrás, hacia dentro y hacia fuera en un concierto donde la palabra lucha con la música en un combate tan equilibrado que nunca sabes si prefieres oírle cantar o escuchar sus reflexiones.
Y de repente descubres que eres tú del que habla, que eres tú quien canta, que la vida que plantea Víctor Manuel es la tuya propia. ¿Qué más podemos pedir?
BIOGRAFÍA DE LAS CANCIONES
Vivir para cantarlo fue, en 1989, concierto y grabación en vivo con la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias y el Coro de la Fundación Príncipe de Asturias.
En 2007 publicó la editorial Temas de Hoy un cancionero titulado Vivir para cantarlo con casi todas mis canciones y, digo casi, porque olvidos involuntarios hicieron desaparecer de la edición varios textos.
Vivir para cantarlo ahora, en 2009, es un repaso íntimo de canciones conocidas y muchas otras que no han tenido igual fortuna, pero que considero fundamentales para explicarme a mí mismo. Todas ellas tienen su propia biografía.
Las canciones no nacen por generación espontánea, suelen ser partos más dolorosos que gozosos y, lo que es peor, a veces son sencillamente una pérdida de tiempo: nunca debieron haber nacido. Pero de esas no voy a cantar ninguna y me guardo el secreto bajo siete llaves de las que no debí componer nunca. Todas las que caben de este Vivir para cantarlo tiene razones acreditadas para existir y alguna de ellas ha dejado huella en mi forma de entender este oficio. Desde la pura espontaneidad, como El abuelo Vítor, La romería o Planta 14 a las que les siguieron ya más elaboradas, Quiero abrazarte tanto o María Coraje media muy poco tiempo vivido de manera vertiginosa; son los meses que van del primer éxito popular al trabajo en vivo, para el que no estaba preparado.
La primera gira de presentaciones cabía en un mini y no es una forma de hablar.
Viajábamos en un mini el guitarrista que me acompañaba, mi representante, el equipo de sonido y yo, que conducía como si alguien me persiguiera y también cantaba y maltrataba la guitarra...
Cuando comencé a darme cuenta de lo que pasaba, ya estaba escribiendo el segundo disco, y ese ya me paseó por un montón de países. La escucha de músicas mas elaboradas me volvió mas exigente. Todo lo escrito después del 71 es mucho más reflexivo, más trabajado, y a veces esas canciones han encontrado caminos llanos, y otros, pendientes insuperables. Pero nunca he dejado de escribir y es el único oficio en el que me reconozco. Me ha influido siempre y de manera determinante lo que me rodeaba, lo que vivía en cada momento, pero en los períodos políticamente más complicados he dejado de escribir canciones que no tenían nada que ver con la coyuntura política; Canción para Pilar, Cuélebre, Para un niño Todos tenemos un precio, Asturias...
Esas canciones son parte de la larga travesía del desierto que va del 73 al 79... hasta conseguir tocar de nuevo el cielo con Sólo pienso en ti, Soy un corazón tendido al sol, Ay amor, Luna, Para la ternura siempre hay tiempo, ¿Qué te puedo dar?, ¿A dónde irán los besos?, El hijo del ferroviario, El perro del garaje hasta No hay nada mejor que escribir una canción. Esta no es una relación exhaustiva y es seguro que me maltrato omitiendo músicas, datos, textos que me gustan pero no recuerdo cuando improviso este papel. Y todo esto entre giras, viajes, niños que nacen y que hay que ayudar a crecer y amigos que quieres y que te quieren y por tanto les cuidas como cuidas de ti mismo; viviendo y creciendo al lado de una mujer que hace mejor todo lo que pongas a su lado: Ana; producciones propias y ajenas, Mucho más que dos, En blanco y negro, Querido Pablo, El gusto es nuestro, Entre todas las mujeres, Dos en la carretera, Neruda en el corazón, Una canción me trajo aquí, Tal para cuál... También he producido once películas y algunas están bien, otras regular y un puñado muy bien.
Cuando soñé Vivir para cantarlo hablé con José Carlos Plaza para contarle que pensaba hacer y para que él, como maestro, me ayudase. Quería un espacio mínimo donde sólo la música y la palabra fueran protagonistas y no hubiera ningún elemento más que distrajese al público. Una caja negra y luces acotando el espacio. Puro teatro. Ahí dentro junto a David San José y Ovidio López, voy a ir desgranando vida y biografía de unas canciones hechas a mano que no quieren apelar a la nostalgia, que quieren simplemente testimoniar el paso de un tiempo que por todos nosotros ha pasado y que, en mi caso, he conseguido transformar en canciones.
VÍCTOR MANUEL