El periodista gaditano Fernando Orgambides fue homenajeado el jueves 28 de julio por el Colegio de Abogados de Sevilla en un acto que tuvo lugar a las 8 de la tarde en la sede del Colegio en la calle Chicarreros de Sevilla con entrada libre.
El acto fue presidido por el alcalde de Sevilla Alfreso Sanchez Monteseirin quien en presencia del decano del Colegio de Abogados de Sevilla Jose Joaquin Gallardo entrego el premio al periodista , en un acto que contó con la presencia de Guillermo Jiménez Sánchez, Vicepresidente del Tribunal Constitucional.
Tambien estuvieron Raquel Revuelta, Jose Luis Saez, presidente de la Federacion Española de Baloncesto, Isabel Fayos,Leonardo Chaves, director de deportes de la Junta de Andalucia, Federico Jimenez Ballester, decano de los jueves de Sevilla entre otras muchas personalidades .
Entre los periodistas pudimos ver a Francisco Jimenez Aleman, Pepe Gutierrez, Jose Luis Montoya,Marina Bernal, Antonio Hernandez Rodicio, Miguel Gallardo, Pablo Julia, Francisco Orgambides, Antonio Silva, y Juan Alarcon, entre otros . Además entre los asistentes destacaron el magistrado Francsico Serrano Castro,Enrique Alvarez Riestra,jefe Superios de la Policía Nacional en Andalucía occidental,el exdelegado de gobierno de la Junta, José del Valle, el Presidente de la Asociación de la Prensa de Sevilla, Santiago Sánchez Traver, el pintor Ricardo Suárez,el fotógrafo Fernando Salazar,Enrique Esquivias,abogado y hermano mayor del Gran Poder,Joaquín Delgado Roig,ex hermano mayor del Silencio,la abogada Rosa Morán,Mamen Otero, responsable de Relaciones Institucionales del ayuntamiento, José María Font,abogado, Fernando Huidobro, secretario general de RTVA, Carlos Rosado, Begoña Medina, escritora, el notario Rafael Leña,los abogados María Pérez Galván, Guillermo Mira, Diego Valdés y Joaquín Moeckel.Además desde Huelva se sumaron el director de Radio Huelva, Pedro Neble y el subdirector del Odiel Inforamción, Luis Eduardo Siles Tras el acto homenaje que tuvo lugar en el saloin de actos del Colegio de Abogados de Sevilla tuvo lugar una cena en la Taberna del Alabardero.Entrevistamos Fernando Orgambides, que el 30 de junio dejo El Correo de Andalucía, decano de la prensa sevillana, tras cuatro años al frente del periódico. El hasta ayer director de El Correo, que se incorpora a la sede central del Grupo Prisa en Madrid como director de coordinación editorial de GMI (Grupo de Medios Impresos), es un periodista de larga trayectoria, muy vinculado a Sevilla, ciudad que conoce en profundidad y en la que ha vivido en diferentes etapas de su vida. Nos queremos acercar al Orgambides íntimo y sevillano de adopción, para conocer que piensa de nuestra ciudad y de nuestras cosas, sin olvidarnos de su interesante carrera profesional. Una carrera que resumimos al decir que ha trabajado en Diario de Cádiz y Abc de Sevilla, que fue uno de los fundadores del desaparecido Informaciones de Andalucía y que dirigió la delegación de EL PAIS en Sevilla en los años anteriores a la Expo 92. También fue corresponsal de El Pais en Rabat y México, y director de Radio Valencia de la Cadena Ser. Tiene 51 años y pertenece a la cuarta promoción de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Durante su mandato como director, el Ayuntamiento de Sevilla le otorgó a El Correo la Medalla de Oro de la Ciudad, distinción que el propio Orgambides recogió en persona el pasado 30 de mayo en una acto solemne celebrado en el Teatro Lope de Vega.
¿Se va con nostalgia de Sevilla?
Yo nunca me he ido de Sevilla. Lo digo en cuanto a sentimiento y forma de vida. Ni cuando estuve en ABC ni cuando dirigí EL PAIS de Andalucía. De Sevilla nadie se marcha porque es una ciudad con tanta fuerza que entra en ti y no sale jamás. Es curioso: yo he trabajado como corresponsal de EL PAIS en el norte de Africa y en América Latina y he llevado a Sevilla siempre dentro. He actuado y me he comportado como sevillano. Sevilla es un cultura y una forma de entender la vida que te hace ser diferente e, incluso estar cómodo, en otras partes del Mundo.
Usted nació en Cádiz.
Nací en esa ciudad atlántica, que es el complemento más perfecto de Sevilla. Lo que no tiene una ciudad lo tiene la otra. La felicidad interior está en el equilibrio de esas dos filosofías de entender la vida. Y son muchos los sevillanos y gaditanos que han descubierto este mestizaje. Lo importante es saberlo ejercer y complementar lo bueno de cada sitio con amor, moderada pasión y elegancia. En mi caso, el mestizaje ha sido una constante porque me formé entre las dos ciudades, como universitario y como periodista. Tuve también la suerte de pasar parte de mi infancia - mejor dicho el tránsito de ésta a la adolescencia- en Sevilla, en el Colegio Claret, y de hacer mis primeros pinitos periodísticos en Abc y Tierras del Sur, además de Radio Popular, cuando esta estaba en la calle Virgenes. Luego la vida me ha procurado muchos viajes de ida y vuelta.
Tiene usted una biografía muy viajada...
He sido un privilegiado, aunque esa predisposición a viajar forma parte de mi propia personalidad. Me hice viajero en el ir y venir de Cádiz a Sevilla, y viceversa, en mis paseos como adolescente por los puertos de las dos ciudades. Todavía me acuerdo de un buque- correo de la Trasmediterránea, el Domine, que atracaba en el muelle de las Delicias. Ese mismo barco, que hacía la ruta de Canarias y Guinea, atracaba unos días antes y unos días después en Cádiz. Me gustaba verlo en los dos puertos y me identicaba con él, pese a ser un barco hasta cierto punto destartalado. Hablo de mediados de los 60.
¿Cómo era Sevilla en esa época?
Intima, pero grande. Universal, esplendidamente bella y con un toque personal en sus gentes único. Yo venía de una ciudad de provincias más pequeña y todo lo que veía aquí tenía una dimensión mayor. Me viene a la memoria el año 68, con esa calle Sierpes llena de tratantes con los sombreros de ala ancha y botines de Valverde, Curro padre y su kiosko de periódicos - el único de Sevilla que vendía entonces el Diario de Cádiz- , el Café Madrid, los turistas americanos almorzando en Casa Calvillo, en las Siete Esquinas de San José, las sillas de hierro de la plaza Nueva, el altillo del restaurante Los Tres Reyes, el Bar Sport - dónde mi padre siempre entraba a tomarse su primera copita al llegar a la ciudad - , la feria de muestras iberoamericana, Deportes Zeta, que tenía la venta exclusiva de los zapatos Apache, los palos de nata del Catunambú, La Cheste vendiendo cigarrillos en La Campana, aquellos domingos de Cuaresma recorriendo los templos, los paseos por las calles Valparaiso y San Salvador en El Porvenir, el rosario radiado desde San Jacinto a través de Radio Sevilla, la feria del Prado, con el Bar Citroen y La Raza, que eran puntos de encuentros, el voladizo del Sánchez Pizjuán, El Jueves, esa calle de Puente y Pellón, donde encontrabas de todo... Era una Sevilla de costumbres: la cervecería Baturone, los canastos de marisco, los rabanitos que te ponían en todos los sitios, los cartuchos de pescado, el tanque de cerveza, el autobus de Iberia que te llevaba gratis al aeropuerto, las fiestas de Hornacina en la Escuela de Arquitectura, el microbús de los Remedios que te paraba en cualquier esquina, el Teatro San Fernando, el Cine Coliseo, los Bodegones de la Torre del Oro y del Pez de Espada, el Bar Parada en Heliópolis, el cine Palmera, el barrio del Tardón, donde había una peña del FC Barcelona, etc, etc.
Mucha Sevilla.
Mucha, mucha. Esto de entrar y salir me ha permitido ver el progreso de esta ciudad. Probablemente otros, al estar siempre aquí, no lo perciben de forma tan determinante como los que hemos vivido en la ciudad por etapas. Yo soy un sentimental y echo de menos mis lugares comunes. A veces monto en cólera porque veo a los Tres Reyes convertido en un establecimiento de comida rápida o a esa calle Sierpes muerta a esos de las nueve de la noche. Sin embargo, me apuesto en el puente de Triana, mirando hacia el sur, y observo a través del rio la grandeza de la ciudad. Lo hago de vez en cuando, en la noche y en silencio... Desde allí observas la historia, la palpas y casi la toca, porque el rio es el gran arquitecto de esta Sevilla que ha llegado a nuestro tiempo.
Usted ha sido corresponsal de El PAIS en Marruecos y en México.
Exacto. Primero fui corrresponsal en el Magreb, con sede en Rabat, allá por los años 85, 86 y 87, luego me nombraron delegado de EL PAIS en Andalucía, entre 1988 y 1991, y más tarde me enviaron a México, primero como corresponsal y después como responsable de la edición mexicana del periódico, que fue la pionera de la prensa diaria española en el continente americano. Era maravilloso tener en tus manos en las calles de México DF el mismo periódico que ese mismo día estaba en las calles de Madrid. Africa del Norte fue una etapa de periodismo arriesgado. Recuerdo el bombardeo israelí contra Túnez, que tenía como fin acabar con Yasir Arafat, y el norteamericano contra Trípoli y Bengasi, con otro objetivo similar: matar a Maummar el Gadaffi. Conté los dos a los lectores de EL PAIS porque allí estaba yo. Han sido experiencias inolvidables. En cuanto a Sevilla, tuve la suerte de trabajar en los años previos a la Expo 92 como responsable de la edición andaluza. Fue precisamente en 1991 cuando me hice cargo de la corresponsalía en México, que abarcaba Centroamerica, el Caribe y Colombia. Viví la experiencia del fin de la guerra en El Salvador, los momentos convulsos de México a raiz del asesinato del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio y los primeros brotes de oposición a Fidel Castro dentro de la isla de Cuba.
Castro le expulsó de Cuba.
Fue en las vísperas del 12 de octubre de 1991. Oficialmente se me dijo que tenía que abandonar la isla porque no podía ejercer el periodismo con visado de turista, pero esto era la excusa legal. Fue una expulsión en toda regla, sencillamente porque se iba a celebrar el Congreso del Partido Comunista en Santiago y estuve sondeando a la oposición, que ese momento estaba envalentonada, y dando su opinión a través de mis crónicas. Luego llegó la represión y practicamente la borraron del mapa. No sólo salí yo de la isla, sino también los corresponsales de La Vanguardia y Le Monde, Joaquín Ibarz y Bertrand de la Grange. Ahora bien: tengo que reconocer que fuimos tratados exquisitamente. A mi incluso me permitieron estar dos días más, ya que era fin de semana. Mi pasaporte me lo había dejado en la embajada de España y hasta el lunes por la mañana no podía tener la documentación en mi poder. Aproveché esos dos días extras para escribir varias crónicas ya que me temía que no iba a volver más a Cuba.
¿Y volvió?
Si, dos años después y como turista. Pero como turista de verdad, o sea: sin complicarme la vida. Se enteraron los del Ministerio de la Información que yo andaba por allí, porque se enteran rapidamente de todo, y me mandaron varios mensajes, incluso invitándome, de manera oficial, a un acto de Castro. Pero yo les dije que había entrado como turista y así quería salir. Todo muy correcto, pero por si acaso yo decidií responderle de esa manera. Catorce años después de aquel incidente, todo sigue igual. Yo leo crónicas ahora fechadas en La Habana que son similares a las de aquellos años. Cuba es un país que llevo en el corazón. Ojalá pronto le llegue la hora de su libertad y los cubanos sepan administrarla con sabiduría, evitando que los EE UU se quede con el pastel. A veces me pregunto quien es mayor enemigo: el regimen totalitario o la democracia vigilante del vecino americano. Muy similares los veo.
¿Quienes son sus referentes en el periodismo? Suponemos que habrá tenido algún maestro...
Mi referente fue, y sigue siéndolo, Augusto Delkáder, gaditano como yo, periodista fundador de El PAIS, que fue hace unos años medalla de oro de Andalucía. Justamente por estas fechas se cumplen 30 años de mi primer trabajo con él, en concreto en el Diario de Cádiz, donde ejercía entonces como subdirector. Delkader apenas tenías 25 años, era amigo personal de Juan Luis Cebrián y desde los veinte años brillaba en el periodismo madrileño, casi siempre liderando equipos de redacción. No sólo fue mi maestro. Ha sido, es y será siempre mi jefe, directo o natural. Y no lo digo por adularle, porque me considero su amigo, hemos estado en muchas complicidades y además el paso del tiempo me ha creado una dependencia profesional y personal de él que no la cambiaría por nada ni por nadie. Lo digo síntiéndolo desde muy dentro, desde el afecto y la admiración, porque se trata de una persona que siempre te está enseñando algo. Yo a Augusto Delkader, como me supongo que la mayoría de los profesionales del Grupo Prisa, le profeso un extraordinario respeto profesional. Es la voz que todo buen periodista de raza necesita a su lado. La que te mantiene en tensión, te pone en la suerte de la noticia y te exige hasta casi lo imposible, alentandote y animandote hasta conseguir el objetivo. Es duro trabajar con él - !vamos, que a mi me ha hecho llorar y ya muy mayorcito!- , pero cuando logras el exito periodistico te deja solo para ti el podium y él permanece en la sombra.
Y aquellos personajes que daba el periodismo de la época.
Me ha preguntado por maestros, que sólo he tenido uno: Delkader. Pero personajes ha habido muchos. Por ejemplo Antonio José Vázquez, conocido cariñosamente como El Pajarito, que fue quien me dio mi primer trabajo radiofónico en el espacio deportivo de Radio Popular de Sevilla allá por 1973. Personajes que eran periodistas de raza también, como José Antonio Blázquez, de Abc de Sevilla, con quien trabajé un verano aprendiendo más que en los cinco años de la Facultad. Yo en Abc trabajaba en la redacción de noche. Entrabamos a las diez y saliamos a las cuatro o las cinco de la mañana. Allí estabamos Antonio Burgos, que por entonces fumaba Celtas, Ricardo Rios, baratillero del alma y bético de corazón, Jaime Jover, Juan Luis Manfredi, Otero, Juan Infante Galán, uno de los hombres más eruditos de la cultura de El Rocío, Joaquín Caro Romero, Manolo Ferrand y un sinfín de extraordinarios profesionales. Ya en Madrid tuve cerca a lo mejor del periodismo español de la época, entre ellos Emilio Romero, que fue director mio en Informaciones,
Hablemos de El Correo. Cómo han sido estos cuatro años...
Yo creo que en estos cuatro años hemos configurado un proyecto empresarial y profesional que no existía, con una redacción renovada con una media de edad de 29 años y unas instalaciones cómodas y modernas en la isla de la Cartuja. Como producto editorial , El Correo debe y tiene que estar en constante renovación. El Correo es hoy un periódico muy joven, pese a haber cumplido ya 106 años de historia, y muy sevillano, que hace periodismo de proximidad, de cercanía, en una ciudad donde la competencia es atroz. Pero tenemos muchas ventajas a nuestro favor: desde el director hasta el último que se va de la redacción saben que lo que estamos haciendo es un periódico local, que la manera de atraer lectores es contándoles lde forma veraz y crítica cuando la situación lo requiera lo que otros - y aquí me refiero a los periódicos nacionales- no hacen, como por ejemplo el día a día de su Ayuntamiento, de sus barrios, de su peña o círculo, de su hermandad, de su profesión a través de los órganos colegiados, de su equipo, sea el Betis o el Sevilla, de sus gentes... Un periódico necesita acercarse al lector y descubrir lo que le interesa, facilitándoselo de inmediato. El Correo, que a partir de hoy lo va a dirigir Antonio Hernández- Rodicio - mi segundo de a bordo en estos ultimos cuatro años- , es el periódico que mayor registro de noticias y de fotografías hace hoy de la ciudad. Y además, es un periódico que apuesta por una Andalucía, y una Sevilla en particular, de progreso y de bienestar , solidaria y tolerante, que permita igualdad de oportunidades y permita que los que menos tienen puedan hacer realidad la ilusión de sus metas más inmediatas..
Datos biograficos.
Fernando Orgambides, nacido en Cádiz en 1954, es licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid y realizó estudios de Relaciones Internacionales en Bonn. Comenzó en el periodismo a los 18 años en la Hoja del Lunes de Cádiz. En 1976, y tras su paso por las redacciones del As, el Diario de Cádiz y la edición sevillana de Abc, fue uno de los fundadores del vespertino Informaciones de Andalucía, primer proyecto de prensa regional en la comunidad.
Meses después se incorporó a Informaciones en Madrid como redactor de política. En 1980 ingresó en El País, donde ha desempeñado, entre otros cargos, el de corresponsal en Rabat y delegado del diario en Andalucía entre 1988 y 1991. Entre 1991 y 1997 se trasladó a México como corresponsal y al poco tiempo asumió la dirección de la edición americana del diario de Prisa. En 1998 se incorporó a la Ser como director de Radio Valencia y la red de emisoras de la Comunidad Valenciana, hasta su nombramiento en marzo de 2001 como director de El Correo de Andalucía.
Es socio fundador de la sección española de la Asociación de Periodistas Europeos (APE), y fue galardonado por la Asociación de la Prensa de Cádiz con el premio Agustín Merello de Periodismo. A Madrid vuelve para incorporarse a GMI, la compañía que aglutina la prensa regional y especializada de Prisa.